Después de los tristes acontecimientos que condujeron a la maldición de Ayáguna y el surgimiento de Yemayá, la vida se reanudó entre los orishas, pero una sombría capa colgaba sobre ellos como una nube amenazante. Todos eran conscientes de que la palabra de Obatalá representaba la ley y su juramento era sagrado. Cumplía lo que juraba hacer. Por consiguiente, esperaban temerosos no oír que Yemayá estuviese encinta. Esto finalmente sucedería, ya que ella y Obatalá habían reanudado sus relaciones matrimoniales. Siendo responsables de la población de la tierra y el nacimiento de nuevos orishas, quienes ayudarían a guiar los destinos de la humanidad, no tenían más elección que continuar su fértil unión. Cuando Yemayá parió un sano y hermoso varón, los orishas gimieron al unisono y esperaron que Obatalá actuara. El orisha mayor, lleno de dolor y remordimiento, pero incapaz de romper el juramento que había hecho de matar cada hijo varón que naciera de su esposa, tomó en sus brazos al recién n...
La Charada Cubana y los Orichas de la Santeria Afrocubana. La cubanía en todo su esplendor