Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Orunmila

Elegba salva Orunmila de una muerte atroz

Después de los tristes acontecimientos que condujeron a la maldición de Ayáguna y el surgimiento de Yemayá, la vida se reanudó entre los orishas, pero una sombría capa colgaba sobre ellos como una nube amenazante. Todos eran conscientes de que la palabra de Obatalá representaba la ley y su juramento era sagrado. Cumplía lo que juraba hacer. Por consiguiente, esperaban temerosos no oír que Yemayá estuviese encinta. Esto finalmente sucedería, ya que ella y Obatalá habían reanudado sus relaciones matrimoniales. Siendo responsables de la población de la tierra y el nacimiento de nuevos orishas, quienes ayudarían a guiar los destinos de la humanidad, no tenían más elección que continuar su fértil unión. Cuando Yemayá parió un sano y hermoso varón, los orishas gimieron al unisono y esperaron que Obatalá actuara. El orisha mayor, lleno de dolor y remordimiento, pero incapaz de romper el juramento que había hecho de matar cada hijo varón que naciera de su esposa, tomó en sus brazos al recién n

El pacto entre la Muerte y el adivinador.

La habilidad de Orunmila con el tablero aumentó con el tiempo, hasta que su fama como adivinador se hizo legendaria. Las personas llegaban de todas partes del mundo para consultarlo a él y sus sacerdotes, los babalawos. Las conchas de cauri siguieron siendo leídas por Obatalá y los otros orishas, pero había un punto en la lectura en que el adivinador no podía continuar. En ese punto era forzado consultar el tablero de lfá. Incluso la misma Yemayá tuvo que acudir a su anterior marido más de una ocasión. La primera vez se dirigió a él con gran recelo, pero él la recibió tan afablemente, que ella pronto se relajó en su presencia. Pronto se dio cuenta que aunque la relación que tenían se había acabado, podía ahora florecer una nueva amistad. No era lo que quería, pero era algo. Orunmila continuó trabajando con el oráculo, y sus sacerdotes y partidarios siguieron aumentando. Diariamente cientos de personas llegaban a consulta, y muchas debían ser despachadas por falta de tiempo. Luego, repe