Una historia cuenta, que Olofin bajó a la tierra, y sentado en una canoa sin remos fue llevado río abajo hasta un lugar desconocido. Ya en la orilla saltó de la canoa y se dirigió hacia una aldea muy grande. En esos instantes atravesó hacia el río una joven sumamente hermosa. Olofin al verla se enamoró locamente de ella. Olofin la pidió como esposa y la tomó como tal, llevándola con él, se llamaba Mboyá Colé.
Siendo feliz junto a Olofin, Mboyá Colé no regresó nunca más a La Tierra.
Cuando nació su hija le puso por nombre Ochún Omí Panchagará, en honor al río donde había conocido a Olofin. La niña creció y Ochún cada día era más hermosa, dulce y alegre. Ochún era querida por el aire, por las aguas, las personas y los animales, incluyendo los ponzoñosos que no la picaban.
Ocurrió que Olofin llegó a sentirse celoso de Ochún, su hija. Tanto su madre como todos los habitantes de la aldea sentían una gran admiración y amor por Ochún. Incluso, si Ochún no acompañaba a Olofin a pescar, las aguas no se movían y los peces no picaban. Olofin estaba casi enfermizo por los celos hacia Ochún.
Fue tan fuerte su rabioso celo por los poderes encantadores de su hija que un día Olofin lanzó desde lo alto de un abismo a Ochún, cayendo en el río. Al caer, las aguas se apartaron y los peces se agruparon bajo su cuerpo para que Ochún no se lastimase. Los peces la cobijaron y la llevaron ante Otoyoma Olocum, dedicar que vivía en una cueva en el fondo del río. Al verla le dijo: "Mi cueva será tu casa, mis aguas serán tus aguas, Olofin no sabrá que estás viva y que compartes conmigo este lugar”.
La madre de Ochún estaba desesperada por saber en dónde estaba su hija, pero Olofin permanecía callado y anonadado. Mboyá Colé, corrió desesperada hacia el bosque ya que no obtenía alguna respuesta por parte de Olofin. Cuando Olofin volvió en sí y reconoció su error, también salió en busca de Ochún. Preguntó al río, a los animales y a las personas pero no obtuvo ninguna respuesta. Olofin se ocultó en una nube y lloró tanto, que la tierra se cubrió con el agua de su llanto.
Olofin bajó a la tierra y le preguntó al camaleón si había visto a Ochún, quien un poco asustado, no le dijo ni que sí ni que no, simplemente dijo que había visto una mujer muy bella en la orilla del río. Luego el camaleón asustado llamó al loro y le dijo: vuela al río y avisa a Otoyoma Olocun que Olofin se dirige hacia allá. El loro salió rápido para dar el aviso.
Otoyoma Olocun tomó a Ochún y caminando hacia el fondo del río llegaron hasta la cueva, lugar en el que se quedaron a vivir. Olofin, desesperado por no encontrar a su hija acudió de nuevo en busca del camaleón. Al ver a Olofin se escondió debajo de una piedra, de donde sale muy pocas veces.
Cansado y amargado Olofin, se retiró a vivir solo en una montaña.
Cerca del refugio de Olofin, vivía un pavo real, llamado Agüeni, que tenía a su cargo cuidar de Olofin y consolarlo. Ochún creció y se convirtió en una hermosa mujer. Al madurar decidió salir del refugio. Ya no temía a su padre y estaba decidida a conocer el mundo.
Partió Ochún y se convirtió en deidad protectora de los pescadores y de los marineros. Ganaba amigos en todos los sitios, quienes agradecidos, le regalaban miel de abejas. Ochún agradecida les devolvía el favor con peces y caracoles especiales que eran utilizados como monedas.
El pavo real, contemplando la desesperación de Olofin por encontrar a Ochún le preguntó si era tan importante encontrarla. Olofin mirando al pavo real le conto su tragicomedia. Agüeni, al comprobar un real sufrimiento y arrepentimiento de Olofin por lo que había hecho, le dijo: “Tu hija vive, así que te voy a indicar cómo volverás a verla. Vete a la orilla del río, lleva una campana, miel de abeja, maíz, pimienta dulce y dos gallinas. Toca la campana en la orilla del río, y acudirá una mujer muy hermosa, amable y dulce, ella es tu hija”.
Así lo hizo Olofin, y al poco rato apareció una bella mujer. Se dirigió a Olofin preguntándole:”¿Qué deseas de mí, buen hombre?” Oshún observaba cómo ese hombre la contemplaba con lágrimas en sus ojos. Ochún volvió a preguntarle: “Dime, ¿qué deseas?”
Olofin se arrodilló a sus pies.
— He venido a que me perdones de mi injusticia, soy tu padre.
Ochún con mucha calma le dijo: "En mi corazón solo cabe el amor, y hace muchos años que te he perdonado, álzate y deja de llorar". Conversaron largamente y al despedirse Ochún le dijo: "Cuando quieras hablar conmigo acércate a la orilla del río, porque aquí está mi casa".
Olofin volvió a la montaña, y agradeció al pavo real todo lo que había hecho. Le dijo: "A partir de ahora todo tu plumaje será más vistoso. Serás el mensajero entre mi hija y yo”.
Olofin regresó a los cielos de donde había partido hace muchos años.
Ochún, es dueña de los ríos y de los metales amarillos, también del amor, de la paz, la feminidad, la belleza, la dulzura y de la coquetería. Ochún es fiestera, buena bailarina y alegre. Es capaz de resolver cómo de provocar riña entre los Orishas y los seres humanos.
Ochún es la más pequeña de los Orishas pero el amor hacia sus creyentes y de sus creyentes hacia Ella es el más grande. Ochún trae paz a los hogares y a los pueblos que le rinden culto. Es una Orisha que nunca sucumbe ante las adversidades, siempre tiene dulzura para la vida. Es la dueña y rectora de la "continuidad" universal, como ha sido establecido por Oloddumare (Olofi) en el Oddu Oshé Meyi - Oshé tonti Oshé = 5-5.
Siendo feliz junto a Olofin, Mboyá Colé no regresó nunca más a La Tierra.
Cuando nació su hija le puso por nombre Ochún Omí Panchagará, en honor al río donde había conocido a Olofin. La niña creció y Ochún cada día era más hermosa, dulce y alegre. Ochún era querida por el aire, por las aguas, las personas y los animales, incluyendo los ponzoñosos que no la picaban.
Ocurrió que Olofin llegó a sentirse celoso de Ochún, su hija. Tanto su madre como todos los habitantes de la aldea sentían una gran admiración y amor por Ochún. Incluso, si Ochún no acompañaba a Olofin a pescar, las aguas no se movían y los peces no picaban. Olofin estaba casi enfermizo por los celos hacia Ochún.
Fue tan fuerte su rabioso celo por los poderes encantadores de su hija que un día Olofin lanzó desde lo alto de un abismo a Ochún, cayendo en el río. Al caer, las aguas se apartaron y los peces se agruparon bajo su cuerpo para que Ochún no se lastimase. Los peces la cobijaron y la llevaron ante Otoyoma Olocum, dedicar que vivía en una cueva en el fondo del río. Al verla le dijo: "Mi cueva será tu casa, mis aguas serán tus aguas, Olofin no sabrá que estás viva y que compartes conmigo este lugar”.
La madre de Ochún estaba desesperada por saber en dónde estaba su hija, pero Olofin permanecía callado y anonadado. Mboyá Colé, corrió desesperada hacia el bosque ya que no obtenía alguna respuesta por parte de Olofin. Cuando Olofin volvió en sí y reconoció su error, también salió en busca de Ochún. Preguntó al río, a los animales y a las personas pero no obtuvo ninguna respuesta. Olofin se ocultó en una nube y lloró tanto, que la tierra se cubrió con el agua de su llanto.
Olofin bajó a la tierra y le preguntó al camaleón si había visto a Ochún, quien un poco asustado, no le dijo ni que sí ni que no, simplemente dijo que había visto una mujer muy bella en la orilla del río. Luego el camaleón asustado llamó al loro y le dijo: vuela al río y avisa a Otoyoma Olocun que Olofin se dirige hacia allá. El loro salió rápido para dar el aviso.
Otoyoma Olocun tomó a Ochún y caminando hacia el fondo del río llegaron hasta la cueva, lugar en el que se quedaron a vivir. Olofin, desesperado por no encontrar a su hija acudió de nuevo en busca del camaleón. Al ver a Olofin se escondió debajo de una piedra, de donde sale muy pocas veces.
Cansado y amargado Olofin, se retiró a vivir solo en una montaña.
Cerca del refugio de Olofin, vivía un pavo real, llamado Agüeni, que tenía a su cargo cuidar de Olofin y consolarlo. Ochún creció y se convirtió en una hermosa mujer. Al madurar decidió salir del refugio. Ya no temía a su padre y estaba decidida a conocer el mundo.
Partió Ochún y se convirtió en deidad protectora de los pescadores y de los marineros. Ganaba amigos en todos los sitios, quienes agradecidos, le regalaban miel de abejas. Ochún agradecida les devolvía el favor con peces y caracoles especiales que eran utilizados como monedas.
El pavo real, contemplando la desesperación de Olofin por encontrar a Ochún le preguntó si era tan importante encontrarla. Olofin mirando al pavo real le conto su tragicomedia. Agüeni, al comprobar un real sufrimiento y arrepentimiento de Olofin por lo que había hecho, le dijo: “Tu hija vive, así que te voy a indicar cómo volverás a verla. Vete a la orilla del río, lleva una campana, miel de abeja, maíz, pimienta dulce y dos gallinas. Toca la campana en la orilla del río, y acudirá una mujer muy hermosa, amable y dulce, ella es tu hija”.
Así lo hizo Olofin, y al poco rato apareció una bella mujer. Se dirigió a Olofin preguntándole:”¿Qué deseas de mí, buen hombre?” Oshún observaba cómo ese hombre la contemplaba con lágrimas en sus ojos. Ochún volvió a preguntarle: “Dime, ¿qué deseas?”
Olofin se arrodilló a sus pies.
— He venido a que me perdones de mi injusticia, soy tu padre.
Ochún con mucha calma le dijo: "En mi corazón solo cabe el amor, y hace muchos años que te he perdonado, álzate y deja de llorar". Conversaron largamente y al despedirse Ochún le dijo: "Cuando quieras hablar conmigo acércate a la orilla del río, porque aquí está mi casa".
Olofin volvió a la montaña, y agradeció al pavo real todo lo que había hecho. Le dijo: "A partir de ahora todo tu plumaje será más vistoso. Serás el mensajero entre mi hija y yo”.
Olofin regresó a los cielos de donde había partido hace muchos años.
Ochún, es dueña de los ríos y de los metales amarillos, también del amor, de la paz, la feminidad, la belleza, la dulzura y de la coquetería. Ochún es fiestera, buena bailarina y alegre. Es capaz de resolver cómo de provocar riña entre los Orishas y los seres humanos.
Ochún es la más pequeña de los Orishas pero el amor hacia sus creyentes y de sus creyentes hacia Ella es el más grande. Ochún trae paz a los hogares y a los pueblos que le rinden culto. Es una Orisha que nunca sucumbe ante las adversidades, siempre tiene dulzura para la vida. Es la dueña y rectora de la "continuidad" universal, como ha sido establecido por Oloddumare (Olofi) en el Oddu Oshé Meyi - Oshé tonti Oshé = 5-5.
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