Eyiogbe era conocido en la antigua África Occidental como "el rey del orgullo". No era fácil recibir su visita. Ni siquiera permitía que sus sirvientes se mezclaran con la gente del país. Se consideraba más poderoso que el más poderoso de los reyes, más sabio que el más sabio de los hombres, más apuesto que el más apuesto de los hombres. Pero todo aquel falso orgullo sólo servía para ocultar sus miedos y su ignorancia. Este rey tenía una hija que llevaba mucho tiempo postrada en cama con una extraña enfermedad. Había llamado a los mejores curanderos/médicos que hicieron todo lo posible por curarla, pero el resultado era siempre el mismo. La joven princesa languidecía y en sus ojos sólo había una mirada triste y distante. Todos los curanderos coincidieron en que la bella princesa estaba embrujada. Era el resultado de algún hechizo lanzado contra el "rey del orgullo". Podía haber sido hecho en esta vida presente, o tal vez provenía de otra vida, pero era brujería lo ...
Después de los tristes acontecimientos que condujeron a la maldición de Ayáguna y el surgimiento de Yemayá, la vida se reanudó entre los orishas, pero una sombría capa colgaba sobre ellos como una nube amenazante. Todos eran conscientes de que la palabra de Obatalá representaba la ley y su juramento era sagrado. Cumplía lo que juraba hacer. Por consiguiente, esperaban temerosos no oír que Yemayá estuviese encinta. Esto finalmente sucedería, ya que ella y Obatalá habían reanudado sus relaciones matrimoniales. Siendo responsables de la población de la tierra y el nacimiento de nuevos orishas, quienes ayudarían a guiar los destinos de la humanidad, no tenían más elección que continuar su fértil unión. Cuando Yemayá parió un sano y hermoso varón, los orishas gimieron al unisono y esperaron que Obatalá actuara. El orisha mayor, lleno de dolor y remordimiento, pero incapaz de romper el juramento que había hecho de matar cada hijo varón que naciera de su esposa, tomó en sus brazos al recién n...